El cantante de joropo el Cholo Valderrama nació el 23 de agosto de 1951 en Sogamoso, Boyacá. Sin embargo, su verdadero nacimiento se dio después, con menos de un mes de vida, cuando sus padres lo llevaron a vivir San Luis de Palenque, en el departamento de Casanare.
Allí creció con los trabajos del campo, los caballos y los cantos de vaquería como parte de su ADN. También con Venezuela que, para él y para los llaneros, no es un país distinto sino una de las piezas de lo que se conoce como la ‘nación llanera’: un punto geográfico conformado por los Llanos orientales (Colombia) y los Llanos occidentales (Venezuela).
Por eso, para él los conceptos de migración, puntos fronterizos y cualquier tipo burocracia transnacional no tienen sentido. Él sueña con un mundo en el que cualquiera pueda pasar de un país a otro no como un desconocido, sino como un hermano. El Cholo, quien ha viajado a lugares como China, España, Francia, Italia y Rusia con su música llanera, ha sentido el estigma de ser colombiano en algunos sitios. Por eso, no entiende por qué algunos colombianos están pagando con la misma moneda a los migrantes venezolanos.
De esa hermandad fronteriza, de las costumbres compartidas entre Colombia y Venezuela, de los Llanos y de su amor por el vecino país habla el Cholo Valderrama:
Como casanareño, ¿cuál es su conexión con Venezuela?
Tengo a mis amigos allá y si uno quiere pasar para el otro lado, sin que Maduro se entere, por el río en una canoa y llega a un fundo. Todo es prácticamente igualito: las mismas costumbres a este lado y al otro. Es absolutamente igual. Uno se siente en casa. Quizás varían unas pequeñas cosas, por la lejanía: formas de ensillar o de arrear, pero de resto es igual. Somos llaneros, así seamos colombianos o venezolanos.
¿Qué caracteriza a los cantos de vaquería colombovenezolanos?
Yo no diría que colombovenezolanos: yo diría que llaneros. Eso de colombovenezolanos no me gusta. Son llaneros, simplemente llaneros. Para nosotros no existe esa frontera. Los cantos de vaquería no son exclusivos del Llano. En Sucre y en Córdoba existen muchos cantos así Esos cantos son del mundo. No creo que únicamente los llaneros, colombianos o venezolanos, nos pusiéramos a cantarles a las vacas, habiendo vacas en todo el mundo. Una vez estaba en Francia, que me llevaron para que abriera un festival con cantos de trabajo. Salí con un grupo de amigos y al terminar se me acercó un señor español y me dijo: “yo soy de Andalucía… ¿usted por qué canta mis cantos?” Se puso a cantar y realmente sí son los mismos. Eso me sonó demasiado en ese momento, todavía me suena.
Foto: Colombia Sin Fronteras
Esta tradición, que está muriendo, fue declarada por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Esta declaratoria, que se dio a Colombia y a Venezuela, ¿cómo ayuda a preservar los cantos de vaquería?
No, no los preserva. Quedan como historia. Todavía se cantan cantos de vaquería, pero no como se hacía. Antes era muy común uno oír en la sabana y oír al vecino cantando. Todavía se escucha, por ahí, pero no es igual. Se van perdiendo poco a poco. Se pierden porque llega el desarrollo, entonces los grandes hatos, los ganados y las trashumancias de ganado que se llevaban treinta, cuarenta, hasta cincuenta días de Arauca a Villavicencio arreando ganado, todo eso se acabó. En esas trashumancias era donde más existían los cantos, por la soledad, por el cabestrero. Al irse reduciendo los hatos y al llegar la tecnología, llega el ordeño mecánico a una finca. Así, quién carajos va a cantar. Todo eso se va perdiendo, tanto aquí como allá.
Usted ha viajado por todo el mundo llevando los cantos llaneros. Sin embargo, en sus entrevistas dice que hay fronteras muy difíciles…
A mí no me gusta que me jodan, debe ser por eso. Las migraciones, esas cosas, no me gustan. He estado con mala suerte. Hay lugares cuyas políticas migratorias son bastantes agresivas Me apartan, me preguntan, me ven feo. Pero creo que también es esa chapa de colombiano que uno carga, eso me aburre. Llegar a algunos lugares de Europa y tener que pasar a interrogatorios. Lo ven a uno por encima del hombro, se creen superiores. Eso a mí me da piedra.
Los colombianos ante la migración venezolana hemos olvidado que nosotros mismos hemos sufrido rechazo, ¿no?
Hay una xenofobia grande hacia Venezuela, pobre gente. No tienen la culpa y no nos acordamos que en una época nosotros fuimos migrantes hacia allá, no hace mucho tiempo. Hasta hace diez, doce años éramos nosotros los que íbamos de aquí para allá buscando un futuro mejor. Ahora las cosas son al revés, pero somos amnésicos.
¿Qué referentes colombianos y venezolanos tiene de joropo?
Mi ídolo siempre será el ya fallecido venezolano Nelson Morales, ‘el llanero contramarcado’. Para mí es el Pelé de la música del Llano. Ya falleció, pero es el más grande del joropo. Pero hay muchísima buena música llanera en Colombia y en Venezuela. Hasta ahora está empezando a coger un viajecito, corto, pero ahí va. Pero va a llegar lejos. Ahorita hay un grupo venezolano que se llama C4trío. Son buenos, llaneros criollos y están haciendo una música que no tiene nada que ver con el joropo tradicional ni con el folclor, pero están haciendo una música brava, buenísima.
¿Conoció al maestro venezolano Simón Díaz, referente de la música llanera?
Sí lo conocí, no puedo decir que tuvimos una gran amistad. Pero si tuvimos algunas reuniones de cuatro y cantos de ordeño, que los cantaba fabulosamente. Hablábamos, nos echábamos cuento y nos decíamos mentiras. Porque para el cacho [juego llanero que consiste en contar relatos disparatados] yo soy bueno y él era bueno también.
¿El resto de Colombia qué le puede aprender al llano sobre el recibir al migrante venezolano?
Nosotros nos queremos. Yo quiero a Venezuela como si fuera una segunda patria y Venezuela me quiere a mí. No he vuelto porque me duele ver caer un país que era grande, que era pujante. Me duele mucho. Yo tengo mucho amigo en Venezuela y ellos lo que dicen es que “llanero que se acueste sin comer es porque es un flojo”. El campo siempre tendrá comida, siempre. La tierra produce, pero lastimosamente las políticas están sacando a la gente del campo.
* Esta entrevista fue publicada originalmente por el medio Colombia sin Fronteras