A las seis de la mañana, Johana Ráquira Bernal está tomando su primer sorbo de café. Le espera una jornada intensa. Desde que empezó la cuarentena en Colombia y ante la necesidad de muchas familias que no pueden solventar el pan diario para sus seres queridos, decidió emprender una maravillosa iniciativa en el sector El Refugio, zona donde vive en el municipio de Arauca (Arauca), el cual se encuentra ubicado a pocos metros del río que establece los límites entre Colombia y Venezuela.
Esta mujer, nacida en Tunja (Boyacá) el 11 de noviembre de 1986 fue la encargada de darle vida al comedor comunitario ‘Mis chiquitines’, el cual atiende diariamente a más de 200 niños menores de 16 años y algunos adultos mayores, sin distinguir su procedencia, es decir, si se trata de colombianos o ciudadanos migrantes.
Además, junto a ella, están prestos para preparar los alimentos, disponer las sillas, mesas y establecer el orden general, cuatro personas venezolanas y dos colombianas.
“Todo empezó cuando le regalé tapabocas a los niños. Después me llegó una mamá con sus cinco hijos, diciendo que no tenía nada que comer, así que se me ocurrió mandar por el grupo de whatsapp de la comunidad una petición para colaborarle con mercados”, relata Johana.
“De ahí para adelante me metí en esta iniciativa de hacer ollas comunitarias, chocolatadas con pan, pedir ayudas para las familias, especialmente para los pequeños de la casa”, reitera.
A las siete de la mañana el fogón se enciende, los hombres son los encargados de distribuir la leña, situar la olla, acomodar los mercados; las mujeres de establecer el menú y la sazón del día. Todo debe estar listo a las 11:30 a.m., momento en el que llegan los primeros niños, quienes con plato en mano hacen una fila y luego se sientan en el lugar que más prefieren.
Johana explica que en un inicio solo preparaba almuerzos cada ocho días, sin embargo, decenas de personas, organizaciones sociales que hacen presencia en la región, establecimientos comerciales y algunas entidades públicas, decidieron unirse con donativos que permitieron que ‘Mis chiquitines’ funcionara de lunes a viernes.
Las hortalizas provienen de los huertos comunitarios del programa Emergencia de Respuesta de Arauca (ERA), que impulsa la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y Acdi/Voca.
De igual manera, asigna un porcentaje de la venta de huevos y pollos gracias a la cual puede solventarse económicamente, para comprar algunos ingredientes.
No obstante, el empuje de esta mujer colombiana que beneficia a cientos de niños venezolanos, nació pensando en una situación similar por la cual ella pasó hace más de 15 años, tiempo en el cual vivía con un pescador en el hermano país. Manifiesta que ella sabe en carne propia lo que es la falta de algún alimento.
Ahora, con su esposo y tres hijas, además de otros familiares, busca brindar así sea la comida más preciada del día a quienes lo necesiten en esta zona fronteriza, compartida con ciudadanos migrantes.
“Todos están agradecidos y si puedo y tengo cómo brindarles un almuerzo, voy a seguir, así no haya cuarentena”, ratifica.